EL LENGUAJE COTIDIANO CONSTRUYE NUESTRA HISTORIA SOCIAL
Un conflicto que encuentran hoy las instituciones responsables de establecer las reglas del lenguaje propio -en nuestro caso la “Real Academia Española”-, es la manera de construir, corregir y normar el uso correcto de las palabras, estableciendo los criterios que validan los cambios en el idioma correspondiente. Una explicación puede ser el carácter dinámico que se imprime en la comunicación y los contextos socioculturales en donde se usa.
Ciertamente las raíces etimológicas son un principio fundamental para guiar los significados de las palabras y su evolución, ya que ayudan a establecer el correcto uso de los términos; sin embargo, la fuerza de la práctica del lenguaje varía dichos significados, a veces con sentido, a veces por moda que imponen personas, que por su influencia social impactan, empujando así a su pronta aceptación. Otra razón es el influjo de otros idiomas que adoptan sin más ciertos términos, y a fuerza de repetirlos se imponen a toda una sociedad.
Aquí me interesa indagar acerca de los rasgos culturales que influyen en el manejo del idioma, y a la vez, el idioma modificado en la mentalidad y conducta de la sociedad. Si recordamos la importancia de la educación que desde el origen de las universidades, y aún antes de las escuelas medievales, estaba el estudio de la gramática como base y estructura del uso correcto del idioma en su escritura y lectura, en su sintaxis, prosodia y ortografía, para luego enseñar retórica, que educaba en el arte de hablar, utilizando el discurso, la bella manera de hablar para persuadir y convencer al oyente, y finalmente la dialéctica, que capacitaba para el diálogo argumentativo en busca de la verdad. Esta formación implicaba un tiempo de dedicación que, a base de estudio, lectura, comprensión, memorización de reglas y ejercicios de escritura, ya sea de manera poética y lírica, se afianzaba la calidad del sujeto, habilitándolo para afrontar posteriormente el cultivo de las ciencias, así como su aplicación en la construcción de la sociedad en el ámbito político, moral, religioso y cultural.
Si hay algo que en nuestra sociedad contemporánea se ha dado de manera totalmente novedosa es el fenómeno de la inmediatez, es decir, el eliminar las mediaciones que alargaban el tiempo y los recursos de la comunicación, la información y el diálogo, en cuanto al paso de lo privado a lo público. Sólo en la actualidad tenemos la posibilidad de saber en tiempo real lo que está sucediendo en lugares lejanos y darlo a conocer de manera inmediata a un extenso público que a veces ni siquiera conocemos.
De entre los efectos que dicha inmediatez genera en los individuos están: la ansiedad de querer saber, de manera pronta lo que está ocurriendo, el deseo cada vez más exigente de obtener respuestas cuando éstas se solicitan; el aumento de información, gráficas e imágenes que mitiguen la demanda emocional que se genera en las personas que interactúan en los medios informativos. Y las clasificaciones sociales de quienes han aumentado la habilidad de manejar el mayor número de instrumentos y aplicaciones que las tecnologías van desarrollando.
A diferencia del cultivo de las bases gramaticales que implicaban un tiempo de calidad, en lo que se consideraba el ocio, entendido éste como la libertad de dedicarse al cultivo del espíritu; hoy se valora más la velocidad, que al paso del tiempo ha tomado el carácter de aceleración, perturbando el proceso mental de muchas personas y formas sociales de vivir. Perder la paciencia por no tener la información inmediata, directa e impactante, generando así conductas violentas contra sí mismo y contra las personas que están implicadas en los medios.
Debido a que no hay un cultivo del lenguaje, éste se obtiene de los recursos que se le disponen en la inmediatez y que se han dado privilegiadamente por imágenes, símbolos y contracciones de palabras que en su conjunto van modificando el lenguaje “tradicional” y generando uno práctico, simpático y veloz. Esto lleva en el ámbito social a desear resultados inmediatos con el menor esfuerzo posible. Obtener grandes beneficios con la mínima inversión de esfuerzos, tiempo y recursos.
En el campo moral se ha renunciado a la formación de la conciencia abierta al bien de las mayorías, que sobre la base natural de la sindéresis: “haz el bien y evita el mal”, moldeada por los valores y el ejercicio de las virtudes se construía la calidad de ciudadanos que garantizaban el bien político. Ahora se proyecta una sociedad que, en nombre de la libertad privilegia conductas basadas en lo emocional y placentero, se valora más el “bien individual” sobre el “bien común”, y se afianza en el recurso de las leyes y normas que legitiman deseos de minorías que se imponen a toda una sociedad, aunque para la mayoría no estén de acuerdo.
También se da el fenómeno de la mímesis, es decir, la capacidad natural del ser humano de imitar conductas, y que aplicado al campo social hay culturas que han adoptado formas sociales nocivas sólo por el hecho de haberse difundido por redes sociales, como es el caso de violencia con armas, atentados a grupos, migraciones masivas, etc.
Otro modo de cambio social es lo que llamo “el robo de palabras”, que consiste en tomar términos que tienen ordinariamente una aprobación social y lo vinculan a intereses individuales o de grupo cambiando el significado de lo que originalmente quería indicar dicho concepto, por ejemplo, el término ecología. Muchas empresas y productos lo utilizan, no porque representen el sentido originario, sino porque aplicándolo a sus mercancías generan ambigüedad y desorientación, obteniendo beneficios económicos y de aceptación social; dígase lo mismo de los términos democracia, familia, sustentabilidad, económico, etc. En ellos se constata el robo de la palabra cambiándole el concepto, dejando de significar lo que originalmente indicaba. Y para ello se argumenta que se debe a una “evolución” de los conceptos.
Ese camino es una forma rápida de influir, modificando los valores de una sociedad que tiene prisa por los cambios, más que por el análisis del significado original de las palabras con las que ordena su vida social.
Un efecto significativo en el campo educativo es la poca valoración que se da hoy a la memorización de conceptos y definiciones, repercutiendo así en la falta de claridad en los análisis personales y sociales. La real posibilidad de tener cualquier información que se desea en tiempo inmediato, aunque sea superficial, le lleva al alumno desistir de memorizar, analizar y reflexionar sobre los contenidos en el proceso enseñanza-aprendizaje, supliéndolo con la alta habilidad de manejar dicha información en medios, donde pareciera ser que lo importante es la presentación que atraiga, impacte y genere amplio número de personas en su seguimiento.
Por eso nos preguntamos: ¿qué lenguaje construye nuestra historia social hoy? Porque ante un manejo de lenguaje rápido, veloz, pero superficial, está creando sociedades que los sociólogos contemporáneos han llamado sociedades líquidas, homo videns, sociedad ligera, sociedades de desecho, etc. ¿podremos recuperar el tiempo que con calidad construya un lenguaje profundo que preserve en nuestras sociedades el valor de lo humano? ¿la distancia del encuentro presencial con el otro semejante generará valoración real del ser humano? ¿la era del metaverso que suple nuestra expresión real sustituyéndola por avatares expresará en realidad lo que realmente somos?
Esas interrogantes nos llevan a reflexionar la urgencia de atender el valor del fundamento del lenguaje que se convierte hoy en simulación para esconder lo que realmente somos, aspiramos y realizamos. Nos hace recordar el reto que Platón se planteó de poder “cazar” a los sofistas que se escondían en el “no ser” que imitaba al ser, pero que en el fondo era la manera de engañar y evadir su realidad. Y ahora constatamos, que dicho fenómeno se da de manera veloz y globalizada, engañando a buena parte de la humanidad. Estamos en la era de la posverdad, que se fundamenta en la base del impacto social y emocional más que sobre la objetividad de lo que se afirma.
Por: Alfredo Vargas Alonso
2 comentarios
Me gusta la presentación de la obra. Confieso que la prejuzgué como superficial, sin actualidad. Deseo leerla completa esa obra de Alfredo. Te felicito, Alfredo.
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