En el desarrollo de la lengua, el inglés antiguo tenía un sistema de género gramatical en el cual cada sustantivo fue designado como masculino, femenino o neutro. En el siglo XI el uso del género gramatical comenzaba a decaer; por el siglo XIII la gramática referente al género fue desapareciendo, y en gran medida el inglés moderno no conserva ninguna concordancia de género. Sin embargo, la lengua conserva características relacionadas con la distinción del género con sustantivos y pronombres como woman, daughter, husband, uncle, he y she, para referirse a personas de uno u otro sexo, además del pronombre neutro it cuando se alude a objetos sin distinción de género. Los artículos equivalentes a el o la, los y las, en inglés the, desaparecieron del uso.
En la lengua española, el uso tradicional del sustantivo hombre, como ser humano, se consideraba indefinido, inclusivo de los dos géneros, o bien, definido según el contexto, igual que los pronombres él y ellos con sus posesivos, y el resultado, en el hablar común, de resaltar en el oído lo masculino. Pero en el uso actual, cada vez más las y los partidarios del género neutral ven la necesidad de un lenguaje menos sesgado; algunos sectores de la población encuentran ofensivo el uso de un lenguaje donde se resalta lo que se entiende como exclusivamente masculino. En el fondo de la reacción las consideraciones son de índole epistemológica, antropológica, psicológica, sociopolítica y lingüística.
El lenguaje no solo refleja la forma en que pensamos, sino da forma a nuestro pensamiento: poetas y periodistas lo saben, al igual que las víctimas de la discriminación. Si se suelen utilizar palabras y expresiones que implican que las mujeres son menos que los varones, la implicación de inferioridad influye en la conciencia general del pueblo. Una realidad consciente o inconsciente en la sociedad subyace en la valorización de la posición y dignidad de la mujer, y la discriminacion se vive en muchos ámbitos. Sin duda es notable la diferencia salarial entre mujeres y varones, el trato personal en el trabajo, así como requisitos para acceder a puestos de responsabildiad. Existe desigualdad entre mujeres y hombres en la distribucion de las tareas domésticas. Es real el sexismo en la publicidad, donde a menudo la mujer es proyectada como objeto sexual. Son alarmantes las cifras de violencia doméstica, se siguen registrando situaciones de acoso sexual y feminicidios, no atendidos por las autoridades competentes. Se oye también el uso y abuso verbal sexista. El lenguaje se emplea para muchos propósitos –describir, ordenar, preguntar, elogiar, insultar– y, desde luego, sirve para discriminar a personas o grupos, incluyendo a las mujeres, o por comentario directo o por negar su visibilidad en un lenguaje cargado de lo que se considera de preferencia machista en el uso de sustantivos y pronombres.
En la actualidad se observa que muchas instituciones educativas, laborales y políticas, legislan o promueven un lenguaje no sexista. Cada vez en mayor grado las revistas profesionales piden a sus investigadores y conribuyentes cuidado en el lenguaje genérico, y eviten cualquier modo de hablar que se pueda interpretar como discriminatoria. Una premisa que nace de estas observaciones es el anhelo de promover a través del lenguaje la igualdad social de mujeres y hombres, mostrar, en consecuencia, una imagen más digna de la mujer en la sociedad.
Aun así, se palpa una tensión entre un segmento de la sociedad que reclama un cambio para mermar la discriminación en palabra, pensamientgo y acto, y, por otro lado, los lingüistas, quienes cuidan los principios canonizados en el léxico, la morfología y la sintaxis respecto al género. El dilema toca los cambios y las variaciones del lenguaje extendido en tres continentes y en el ciberspacio, con el anhelo de formar un pensamiento menos polarizado respecto a la dignidad de la persona.
Para el análisis de estas observaciones que tocan la lingüística, el ya antiguo libro por Álvaro García Meseguer, ¿Es sexista la lengua española? (Barcelona, Paidós, 1994), pormenorizó y analizó las confusiones en el uso común, e Ignacio Bosque, en «Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer» (El País, 3 de marzo de 2012), diagnósticó algunas pautas de lenguaje no sexista publicadas por diversas instituciones; ambos constatan el acuerdo general entre los lingüistas en que el uso genérico del masculino para designar los géneros está firmemente asentado en el sistema gramatical del español, como lo está en el de otras lenguas romances, y concluyen que no hay común acuerdo para censurarlo. Nos quedamos con la pregunta, ¿a quiénes corresponden los juicios sobre nuestro lenguaje, a los expertos en la lingüística, a las voces y movimientos en el ámbito político y social, o a todos los hispanoparlantes? No olvidemos que los juicios sobre el uso del lenguaje se extienden y se escuchan todos los días entre nosotros, los usuarios, en ámbitos tan diversos como el estadio de fútbol, el mercado, los colegios, las iglesias, el arena política y la universidad. ¿A quién le corresponde juzgar los cambios en el lenguaje? La autoridad que se nos reclama no es la académica, ya que crece la sensibilidad ante la discriminación de la mujer en la sociedad.
Hay otra cara de la moneda. Si el uso del masculino con valor genérico implica un trato lingüístico discriminatorio, ¿cómo han de reaccionar las personas, mujeres y hombres, que no perciben en el hablar tal discriminación? Al entrar en la polémica del uso o abuso del género en el idioma, nos arriesgamos a caer en una postura política, donde –pregunto– ¿promovemos la discriminación de aquellas personas, incluso de mujeres, que no se sienten marginadas o desplazadas por la costumbre y el uso coloquial? Existe un creciente número de personas que perciben la discriminación en el lenguaje. De rebote, se arriesga una opción “contra-discriminación” entre personas, que por un uso popular, irreflexivo o por convicción, no opinan lo mismo al respecto. Aquí, en el fondo, tanteamos en vivo los saltos y arranques de la evolución del lenguaje, y ahora, con la facilidad de comunicación y los medios digitales, se observa la aceleración del cambio y variaciones del lenguaje, la ortografía, la retórica, la sintaxis. La evolucion de la lengua es un hecho, y en la actualidad la alteración de nuestro lenguaje estará condicionada por la conciencia creciente de la dignidad del ser humano en relación con su sexo y el impacto del lenguaje en el pensamiento y el comportamiento, en términos del género.
Pbro. Dr. Konrad Schaefer, OSB
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Muchas gracias y felicidades por su aportación!!!.
Sin menoscabo al mismo me atrevo a sugerirle amplíe el problema a la cuestión neutra toda vez que por Desgracia ahora ya los sexos masculino y y femenino xx no son suficientes por la degradación política que incluye toda una serie de aberraciones Lgbtt+ qr@€£… y entonces ya no dices amiga o amigo sino amigues!!!!
Es patético!!!!
Sin meterse uno en teología es muy fácil ver la doctrina de Dios en la biblia en donde esta sencillo: y los hizo hombre y mujer!!!
Por lo que le suplico considere una opinión más ortodoxa desde el léxico que es muy sencillo: masculino, femenino y neutro, !!!!
Por su atención mil gracias saludos Pablo Genina